Edda en Prosa: Fatum V

Floriografía



“¿Qué cosas estas diciendo, Afrodita?”
“¡Le juro que ese hombre nos rescató! ¡No debieron detenerlo!”

Los padres de todos los niños presentes estaban furiosos, Evette, desconsolada, le pedía una y otra vez al sacerdote que no llamase a los suyos, ¡Decía que no lo volvería a hacer! ¡Que no volvería a la avenida! Pero los policías de todos modos se lo harían saber. Afrodita le daba palmaditas en la espalda, esperando poder ayudarla a calmarse, la niña, sin poder contener su pena, continuaba derramando mares de lágrimas.

¿Qué iba a saber él? Mencionaba Louis, ni siquiera tenía padres. Así que prefirió alejarse, tenía razón, a un margen de distancia, observó como todos se llevaban a cada uno de los niños a sus respectivos lugares de refugio, un galpón que estaba detrás de la iglesia; los padres de Evette desconcertados llegaron, la misma dio un sobresalto y bajó su cabeza atemorizada, pero la abrazaron tras dos palabras de reprimenda. La abrazaron como si su vida dependiera de ello. Las lágrimas de la niña afloraron más. Alrik al despedirlos, y verse solo cerca del confesionario, se dirigió hasta donde se encontraba Afrodita, y le indicó que podrían sentarse.

-Esos hombres… ¿eran los que mencionaban en los periódicos con la “trata de blancas”?- cuestionó en un susurro el pequeño ojos azules.

El hombre asintió.

-¿Qué hacen con los niños esos hombres?

-Los venden como mercancía, y otras cosas mucho más feas.

-¿Es verdad que a las niñas si las atrapan, les va peor que a los niños?

El sacerdote extendió su mano y la posó sobre su cabeza. Era un tema sumamente crudo, y no pretendía añadir más cargas a su ya de por si colapsada mente. A Afrodita le rugió la panza.

-¿Tienes hambre?

- … sí-

-Vamos a cenar-

*

Era muy tarde y no podía conciliar el sueño. Dio muchas vueltas en su cama, hasta que derrotado, se hizo un ovillo yéndose al rincón de la misma, justo contra la pared. Las monedas que había trabajado las había dejado sobre el escritorio del depósito de libros, y se sintió triste al tener dos días enteros de no ver a Acacia. La mujer le hacía mucha falta, pero, a pesar de ello, debía aprender a ser un hombre: ¿Iba a permitirse verla llorando de nuevo? Ese era un no definitivo.

Al recordar todo lo sucedido en el transcurso de esos días, no pudo evitar volver a pesar en el sujeto alto y misterioso que les salvó de los maleantes. Los policías, a pesar de poseer una escena lógica en la que él había rescatado a los niños, lo habían apresado junto a los otros dos; ¿Podría ser el malo también? Se rascó la cabeza, ¡Qué extraños y complicados eran los adultos! ¡Siempre pensó que la cárcel era para las personas malas!

Entre tantas conjeturas mentales, recordó la rosa que creyó ver en la escena. Supo en cuanto lo comentó con Casper, que parecía ser otra alucinación, que era debido al hambre. Aunque era muy poco probable, ¡Quien tiene hambre piensa en hamburguesas!

Rosas… Recordó a su madre sin poderlo evitar, mascullando para sí “Floriografía”.

Levantándose de su cama, se encaminó hacia el depósito de libros, repasando mentalmente el lugar donde había visto los libros referidos a jardinería. Ese, era un sitio en el que casi nunca buscaba, y que prácticamente prefería dejar de lado… como la arquitectura, las columnas griegas, y los órdenes como el jónico y dórico eran cosas que no comprendía. Ya estando frente a ellos, se dijo que valía la pena, pues si su madre les leía, debía ser por algo.
“Hablar de Floriografía, es hablar del enigmático, sugerente y silencioso lenguaje de las flores.
 Algunos autores atribuyen el lenguaje de las flores a los Griegos. Otros hacen referencia a los turcos en el S. XVII.
 Es Lady Mary Wortley, esposa del embajador británico en 1718 y durante sus visitas a Turquía cuando descubre “El Lenguaje de las Flores”, y así lo hace saber exponiéndolo en una de sus cartas. Los europeos se hacen eco de tal curiosidad y no se hacen esperar, raudos y veloces deciden sacar provecho de tal concepto.”
(…)
“Las flores nos deleitan y seducen con sus encantos, pero encierran sentimientos, creencias, supersticiones, costumbres, deseos,… Las flores son protagonistas preferentes e inspiradoras de: mitos y leyendas (apareciendo como espíritus tanto dañinos como benéficos), exquisitas y elegantes piezas musicales como por ej.: el Vals de las Flores o “El Cascanueces” de Tchaikovsky, poetas como Thomas Hood (1799- 1845) que escribió en su poema “El lenguaje de las flores”: “las flores por sí solas expresaban lo que la pasión temía revelar”, y pintores como Van Gogh, que creó cuatro versiones de los girasoles y otras tres más en 1889. Tras el altercado que tuvo con Gauguin, Van Gogh recordará con nostalgia esta pintura y en su carta 573, dirigida a su hermano Theo, reproduce estas palabras entre otras: “Tú ya sabes: La peonía es propia de Jeannin, la malva de Quost y el girasol es propio de mí”

Recordó la nota de su madre en su diario “Carlos II trajo a Suecia en el siglo XVII el Arte del Lenguaje de las Rosas”

Apretó sus labios y dejó el libro sobre su regazo, el tema estaba interesante y parecía que a su madre le fascinaba. Aunque el arte en si se había olvidado desde que fue traído desde Persia, hasta a su país; aun hoy día había un vestigio del mismo: prueba de ello eran los “mensajes” que a través de los arreglos florales regalados a amantes o seres queridos se les daba, o en su significación y mezcla con varios aspectos artísticos.

Una iglesia al momento de recibir a un par de novios para su matrimonio está atestada de rosales. De igual manera, estas perfuman la estancia del mismo templete a la hora de un funeral.
El cinismo cae sobre el escenario de Broodway en forma de rosa, en el que una anoréxica y triste artista a quien todos juzgan da un espectáculo, igualmente, es el secreto marchito de una casa que se ha quedado sin nadie cuidándola.

En una película, en proceso, se queman rosas tras un desenfreno.

Y el hermoso símbolo es mentiroso: tanto como una falsa Acacia, o como el tallo espinoso de una Alba Astrée.

Es, sin más, el genocidio de la oscura tempestad mortal secuestrando la primavera. La hermosura de la bestia y el amor platónico de algún filósofo. Una rosa es Garbo, es vida y es muerte, puesto que custodia la sonrisa de la novia, que tendrá hijos y una nueva vida, y  las lágrimas del sepelio, que asegura noches largas y tempestuosas. Noches, que finiquitan el final irrevocable de una miserable existencia.

-me duele la cabeza-

Cavilaba considerablemente.

Las monedas estaban sobre la mesa, la lluvia continuaba regia fuera, no podría ir por el pegamento aun. Aunque era de madrugada, podría estar seguro en que la lluvia no cesaría pronto. Acacia le había enseñado a oír la voz de la lluvia, y esta insistía en continuar durante mucho rato, quizás, afligida por los robos de los niños. Reculó para susurrar: “Dios está triste”

Se increpó por enésima vez al resonar en su cabecita el desventurado evento de sus manos desesperadas rasgando el diario de su madre, hasta que un sonido en específico llamó su atención: un aullido.

Miró hacia el pasillo contiguo desde el depósito de libros, dudando en dirigirse en búsqueda de la singular eufonía o no. Resolvió hacerlo, levantándose y caminando con cuidado y lentitud entre la oscuridad. La lámpara del depósito no alcanzaba para darle la luminaria necesaria, y pensar en encender el interruptor siempre era algo que no cruzaba con su mente. Su tregua con Neftis en la oscuridad de la casa era un capricho que había aparecido desde hacía mucho. Encender la luz era como hacer enojar a su madre, en oscuridad, podría esconderse de sus miedos.

No obstante en ese segundo sus miedos estaban escondidos también en la oscuridad, y sabiendo eso, se movía cada vez más lento. Evitando así la torpeza. Llegó finalmente, dubitativo, andando con sigilo. Triunfante de haber al menos, cruzado el largo pasillo.

Los aullidos habían eventualmente aumentado y ahora, escuchaba rasguños… giró sus ojos azules entre la oscuridad hacia el enorme pórtico de madera caoba oscuro. Dirigiéndose con sus brazos extendidos.

El rasguño fue más fuerte en un momento.

Frunció el ceño y posó ambas manos para lograr girar el picaporte dorado. Con una mano siempre era imposible. Tenía miedo de abrir, Alfred Hitchcock continuaba amedrentándolo ¡Dejaría en definitiva de verlo! Tembló y se descubrió cobarde en cuanto no abrió la puerta. Los aullidos y rasguños rebotaban entre el eco que dejaba la espesa lluvia; se armaría de valor: no podía dejar que algo así pudiese triunfar sobre su persona… Una idea lo abordó, si lograba abrir y cerrar la puerta de manera veloz, podría resolver su miedo-curiosidad.

¡Claro! Solo debía ser un movimiento rápido; preparando sus dedos, llevó en práctica el plan. ¿Resultado? Nada. Absolutamente nada.

Se sintió un completo tonto, tanto suspenso solo por la llovizna. Suspirando se giró sobre sus talones, aunque estaba decepcionado de sí mismo, no podía negar que se sentía un poco mejor, al menos no era ningún espectro o fantasma acechándolo. Ya cerca del umbral del depósito, escuchó un nuevo sonido, era un golpe sobre la madera de la habitación que acababa de abandonar.

Tembló. ¡El espectro infernal había entrado! Se giró veloz, traicionando su tregua de negrura, imposibilitado al miedo, alcanzando el interruptor de luz. Lo que divisó lo dejo completamente atónito, lo que había caído solo había sido su zapato que había dejado sobre el buró de la sala, colgando de la tela que adornaba el mismo, sin embargo, había un gato blanco colgando de sus uñas. Emparamado y maullando desconsolado, parecía una caricatura frente a sus ojos.

-Un gato- exclamó Afrodita aliviado –P-pero…- miró a ambos lados confundido -¿C-cómo? ¿Dón… de está…?

Sin comprender bien la rara situación, se acercó a la pequeña criatura que acabó en el suelo. Se agachó para tomarlo entre sus  manos, y acariciándolo, jaló la tela sobre el buró que el animal había rasguñado, pudiendo con esta, secar la humedad dispersa por su pelaje blanco.

<<Un amigo, un compañero o un hermano>>

Recordó sin más a Acacia y a su insistir con el deseo y el pastel. Al regresar a la casa con la bolsa de papel y las viandas, cumplió lo que prometió: comer pastel y pedir un deseo. Y ese deseo había sido claro. ¿Se lo habían cumplido? Divagando en ello, con sus pequeñas manos inspeccionando al animal, buscó un collar o indicio de dueño. Nada.


Entre el pelaje de un costado, solo divisó un profundo rasguño, y al tocarlo, le oyó quejarse estrepitosamente. Probablemente por ello, el gato pedía ayuda, y sus movimientos eran tan torpes.  Sonrió, claro que le socorrería, el amigo compañero o hermano al fin había llegado para poder así terminar con su desventura. 

Edda en Prosa: Fatum. IV

Los libreros de Göteborg



Despertó muy temprano en la amanecida, con cuidado colocó la tetera para hacerse un poco de manzanilla y sacó de una de las viandas el pastel que le había regalado Acacia. Se percató que la noche anterior no había lavado la vianda de la cena, y acercándose al fregadero de la cocina arrastrando su inseparable banco, pudo estar a la altura y lavar la misma. 

El silbido de la tetera lo alertó, se sirvió un poco con dos cucharadas de azúcar y desayunó. Se preparó, minutos después, a emprender su salida. Usaba los pantalones que Acacia le había obsequiado, y una simple camiseta, una del par que tenía y lavaba casi a diario. A pesar de que debía ir a clases con Birsh, decidió permanecer al margen de su casa por unos cuantos días. Aunque el incidente con Acacia había sido resuelto, sentía que si regresaba, el padre de la misma se enojaría por haber celebrado el cumpleaños de Kerstin. 

Edda en Prosa: Fatum. III



Los libreros de Göteborg


Si cruzabas la estancia de la casa “de bokhandlare” podías encontrar una sala amplia que ostentaba los suelos de madera más representativos jamás vistos. El abuelo dueño de la casa desde hacía años, y desaparecido hacía casi una década, había traído cada madera desde muy lejos, puesto que su hija, su querida princesa, adoraba danzar por doquier como una mariposa inquieta. La gente que los conocía solía decir que Kerstin asistía al ballet y era una muy buena joya en desarrollo, sus puntos releve, e inclinación de cuerpo, junto a su delicadeza a la hora de bailar frente al público en el Lorensbergsteatern, dejaban demostrar, que lo que movía a la pequeña era una fuerza angelical, que más que mágica, era sublime. El abuelo Michael añoraba verla danzar cada día, y por ello, le cumplía su segundo mayor capricho. 

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Espacio dedicado a la historia de Afrodita de Piscis, santo de Athena, según la línea de tiempo con el grupo de roleplay Scumbag Sanctuary de tumblr.

Un por qué y para qué a todas sus acciones, puesto que creo que quien eres ahora, depende de quien fuiste ayer.